Crónica de cualquier noche de verano

Acababa de cenar y ya estaba bajando de nuevo al Poli, para echar unas últimas canastas con las chanclas puestas, para estar un rato con mi padre, en el fresquito de la calle, tomando el aire, escuchando a los más jartibles comiendo pipas, y a los adolescentes arregladitos para salir de fiesta. Yo quería tener su edad, ser protagonista de esas historias.
"No botes el balón, que son casi las once, y eso molesta", me decía mi padre mientras volvía de cerrar la puerta de atrás, la "puerta chica". Para terminar de disuadirme, apagaba los focos y todo se quedaba a oscuras. En ese momento se escuchaban las súplicas de los cuatro gatos que quedaban en las pistas de futbito: ¡¡¡Ofuuuu, eaaaaaa, Paquirriiiii, un poquito más¡¡¡